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Carta de Disculpas

The Center for Compassion and Altruism Research and Education



Lamento haberte hecho daño. Me ha llevado tantos años hasta ahora darme cuenta de que el amor que más merecías desde el principio era el mío. Lamento no haber sabido amarte nunca y lamento el dolor que sentiste cuando era más fácil no amarte en absoluto. La cuestión es que tú eres quien más necesita mi amor y yo fui quien peor te trató.


Pasé la mayor parte de mi vida juzgando tu apariencia. Diciéndote todo el tiempo que no eras lo suficientemente bonita, lo suficientemente delgada y lo suficientemente buena. Cuando intentabas levantarte y ser fuerte, ponía todo tipo de dudas en tu mente en lugar de apoyarte con amor. Incluso te hice creer que las opiniones de los demás eran lo más importante. Te hice creer que, si alguien te lastimaba, era todo culpa tuya. Te hice creer que tu valor se basaba en las opiniones y acciones de otras personas.


Pero ahora te digo que estaba equivocada. Me equivoqué al hacerte creer que cualquiera que no te viera como eres importaba. No es así. Sé que gastaste tanta energía tratando de obtener la aprobación de los demás porque nunca te la di. Esto solo te puso en situaciones una y otra vez en las que te sentías destruida por dentro. Te sentías rota cuando alguien a quien amabas te lastimaba o te traicionaba porque creías que tu valor dependía del amor que recibías de esa persona. La verdad es que eres un alma maravillosa y amorosa, y todas las cosas que consideras imperfecciones son las que te convierten en la persona hermosa que realmente eres.

Ama profundamente a quienes te ven tal como eres y te aman incondicionalmente. Deja ir a quienes no lo hacen. Porque quienes eligen hacer daño en lugar de amar están luchando contra sus propios problemas de autoestima y te digo que no deberían tener ningún efecto en la forma en que te ves a ti mismo. Ahora me doy cuenta de la importancia de decirte que dejes ir todo lo que ya no te sirve. El amor que tienes para dar solo es digno de quienes lo entienden.


Ahora veo que los pensamientos que puse en tu mente te han hecho daño y te han causado dolor emocional. Has sufrido porque te culpé por no ser nunca lo suficientemente buena para nadie, especialmente para mí. Estos pensamientos surgieron de experiencias que tuve cuando era niña y nunca aprendí a procesarlas. Ahora veo que los pensamientos que te di sobre problemas de confianza, miedo al abandono y la necesidad de ser amada, incluso de formas poco saludables, surgieron de experiencias que no fueron tu culpa. He aprendido de estas circunstancias y ya no necesitan definir quién soy. Ya no necesitan reflejarse negativamente en ti.

Lamento no haberte amado todos estos años, pero ahora estoy aprendiendo a hacerlo. A partir de hoy, prometo tomar decisiones cada día para brindarte más apoyo, más aliento y más amor que el día anterior. Creo que esto, a su vez, se reflejará en ti para que todos los que te rodean puedan, o no, verte aún más increíble de lo que ya eras.


Con amor, YO.

Tu eterna compañera.



Self-Compassion III Mindfulness


Neff, Kristin Chapter 5. Mindfulness In Neff, Kristin (2011) Self-Compassion- The Proven Power of Being Kind to Yourself. Yellow Comet. ISBN-13978-1444738179


No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear.

Jon Kabat-Zinn


SUFRIMIENTO = DOLOR × RESISTENCIA


El sufrimiento surge de una sola fuente: de comparar nuestra realidad con nuestros ideales. Cuando la realidad encaja con nuestros deseos, nos sentimos felices y satisfechos. Cuando la realidad no encaja con nuestros deseos, sufrimos. Por supuesto, las posibilidades de que nuestra realidad encaje completamente con nuestros ideales en todo momento son muy escasas. Por eso el sufrimiento es omnipresente.


podemos distinguir entre el dolor normal de la vida (las emociones difíciles, el malestar físico, etcétera) y el sufrimiento real, que es la angustia mental provocada por la lucha contra el hecho de que la vida a veces resulta dolorosa.

Imagina que estás atrapado en un terrible atasco de tráfico. La situación puede resultar estresante y molesta. Probablemente llegarás tarde al trabajo y además te aburrirás mientras esperas sentado al volante. Nada que no sepas. Sin embargo, si te resistes al hecho de que estás atrapado en un atasco y gritas mentalmente «¡Esto no debería estar pasando!», es probable que empieces a sufrir. Te sentirás mucho más molesto, nervioso y enfadado. Muchos accidentes de tráfico con graves consecuencias se deben a este tipo de reacciones exageradas.


El sufrimiento emocional se debe al deseo de que las cosas sean distintas a como son. Cuanto más nos resistimos a lo que ocurre en el momento presente, más sufrimos. El dolor es como una sustancia gaseosa. Si permites que simplemente esté ahí, libre, acabará disipándose por sí solo. Si luchas contra el dolor y te resistes a él, confinándolo en un espacio cerrado, la presión aumentará más y más hasta que se produzca una explosión.


Resistirse al dolor es como darse golpes con la cabeza contra el muro de la realidad. Cuando luchas contra el hecho de que estás sintiendo dolor en tu experiencia consciente, acumulas sentimientos de ira, frustración y estrés (además del dolor en sí mismo). Así solo intensificas el sufrimiento. Cuando ocurre algo, no hay nada que puedas hacer para cambiar esa realidad en el momento presente. Las cosas son como son. Puedes optar por aceptar ese hecho o no, pero la realidad seguirá siendo la misma de todos modos.


Mindfulness nos permite dejar de resistirnos a la realidad porque acepta sin críticas toda la experiencia desde la conciencia. Nos permite aceptar el hecho de que está ocurriendo algo desagradable, aunque no nos guste. Al relacionarnos de manera consciente con nuestras emociones difíciles, estas siguen su curso natural y acaban desapareciendo. Si podemos esperar a que pase la tormenta con relativa ecuanimidad, no empeoraremos las cosas. El dolor es inevitable; el sufrimiento es opcional.


LA RELACIÓN CON LO QUE ESCAPA A NUESTRO CONTROL


A veces (no siempre, pero a veces) existe la posibilidad de introducir cambios en la realidad para que las circunstancias futuras mejoren. Si te relacionas con el presente de manera consciente, estarás mejor preparado para considerar con criterio lo que quieres hacer a continuación. Si te juzgas a ti mismo y te resistes, no solo te provocarás más frustración e ira, sino que además empañarás tu capacidad de decidir con acierto tus siguientes pasos. El mindfulness, por tanto, nos permite considerar los pasos proactivos que podemos dar para mejorar nuestra situación, pero también reconocer cuándo no podemos cambiar las cosas y debemos aceptarlas.


La oración de la serenidad capta a la perfección esta idea:

Universo, Mar, Cielo…, Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que sí puedo cambiar y sabiduría para reconocer la diferencia.

Mindfulness nos permite distinguir entre aquellos aspectos de nuestra experiencia que podemos cambiar y los que no. Si me cae un objeto pesado sobre un pie, puedo retirarlo (es algo que puedo cambiar). Sin embargo, no puedo cambiar la molestia que siento en el pie (al menos de momento). Si acepto el hecho (incluso con un toque de humor), seguiré sintiendo el dolor, pero permaneceré relativamente tranquilo a medida que desaparece. No intensificaré las molestias sintiendo frustración o nerviosismo, o golpeando con ira el objeto que me ha provocado la molestia (puede que te haga gracia, pero sabes que todos lo hemos hecho alguna vez). Mi estado de calma también me ayudará a tomar una buena decisión: por ejemplo, ponerme hielo sobre el pie para impedir que se hinche.


Aunque pueda parecer ilógico, una de las cosas que difícilmente podemos cambiar es lo que ocurre en nuestra cabeza. Lo que surge dentro de nuestro campo de conciencia es un misterio. Los pensamientos y las emociones se desencadenan de manera espontánea y casi siempre se quedan más tiempo del que nos gustaría. Desearíamos tener un filtro interno para evitar que nuestros pensamientos y emociones negativos entrasen en nuestra conciencia. Entonces solo tendríamos que desprendernos del montón de pensamientos dolorosos, críticos y auto-saboteadores acumulados y tirarlos a la basura. Pero nuestra mente no funciona así.


Los pensamientos y los sentimientos se desencadenan en función de nuestra historia, nuestras experiencias y asociaciones pasadas, nuestras conexiones directas, nuestro ciclo hormonal, nuestro nivel de bienestar físico, nuestro condicionamiento cultural, nuestros pensamientos y sentimientos previos, y muchos otros factores. Existen innumerables causas y condiciones previas que se suman y dan lugar a nuestra experiencia mental y emocional actual (condiciones que van más allá de una elección consciente). No podemos controlar qué pensamientos y emociones atraviesan las puertas de la conciencia y cuáles no. Si determinados pensamientos y sentimientos no son sanos, no podemos hacer que esas experiencias mentales desaparezcan. Sin embargo, sí podemos cambiar nuestra manera de relacionarnos con ellas.


Cuando nos juzgamos a nosotros mismos por nuestra experiencia mental, no hacemos más que empeorar las cosas. «¡Soy una persona horrible por tener ese pensamiento!» «¡Una persona más agradable sentiría empatía en esta situación en lugar de molestarse!» Sin embargo, ¿ese pensamiento o esa emoción responden a una elección personal? Si no es así, ¿deberías juzgarte de esa manera? Podemos liberarnos del nudo enmarañado de la autocrítica aceptando nuestra experiencia aquí y ahora tal como es. «Estos son los pensamientos y las emociones que están surgiendo en mi conciencia en el momento presente.» Una afirmación simple, sin connotaciones de culpa. No tenemos que castigarnos por tener esos pensamientos desagradables o sentir esas emociones destructivas. Es suficiente con dejar que pasen. Siempre y cuando no nos perdamos en un argumento que los justifique y los refuerce, acabarán desapareciendo por sí solos. Las malas hierbas que no se riegan acaban marchitándose. Al mismo tiempo, cuando se desencadena un pensamiento o un sentimiento sano, podemos acogerlo con cariño, de manera consciente, y dejar que florezca en todo su esplendor.


Los nativos norteamericanos cuentan una historia cargada de sabiduría protagonizada por un viejo cherokee que enseñaba a su nieto las cosas de la vida. «En mi interior existe una lucha —le explicaba al niño—. Es una lucha terrible entre dos lobos. Uno es el mal: la ira, la envidia, la pena, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia, la compasión de uno mismo mal entendida, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras, el falso orgullo, la superioridad y el ego. El otro es el bien: la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la amabilidad, la benevolencia, la empatía, la generosidad, la verdad, la compasión y la fe. Esa misma lucha se produce también en tu interior, y en la de todas las personas.» El niño reflexionó unos segundos y después preguntó al abuelo: «¿Cuál de los lobos ganará?». Y esta fue la respuesta del viejo cherokee:


«El que tú alimentes».

El regalo de mindfulness, por tanto, consiste en que al aceptar el momento presente estás en mejor disposición de dar forma a tus momentos futuros con sabiduría y lucidez. No solo reducirás tu propio sufrimiento, sino que también tomarás buenas decisiones sobre tus siguientes pasos. Si lo piensas, es perfectamente lógico, pero no se trata de un hábito que nos hayan enseñado de pequeños. En Occidente nos educan para acumular conocimientos, para trabajar duro y ser miembros productivos de la sociedad, pero nadie nos enseña a gestionar adecuadamente nuestras emociones (especialmente las difíciles).




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